En unos pocos días,
el jardín ha vivido un cambio completo.
Solo dos semanas atrás la nieve dejó este sombrero sobre la mesa, el cielo era casi blanco y el invierno parecía dominarlo todo para siempre.
Esta es la Morera péndula. Aún sin podar.
En días así es difícil imaginar que falta poco para que la vida vuelva a renacer.
Aquí, debajo del montículo de nieve permanece, algo aplastada y rota, la Forsithia.
En esta acasión la nieve pesaba mucho y rompió ramas de varios arboles; nada grave sin embargo.
Pero de pronto...
La fuerza de la vida... aparece de nuevo
Permanecía agazapada, esperando, tal vez impaciente, pero infalible, segura de que su momento llegará.
Ahora, a cada rato hay una sorpresa, una nueva brotación, nuevas flores, brotes verdes, la hierba que deja de ser gris para parecer cesped, el sauce que ha echado hojas finísimas y de pronto deja ver perfectamente su silueta balanceándose al viento... y entonces recuerdas que ahí había un sauce, casi olvidado, escondido tras su fachada de invierno.
El romero ha florecido
El Prunus pissardi está feliz.
Las anémonas, de las que estoy enamorado, son fieles en florecer; son valientes y resistentes ante el calor y el frío; son delicadas y alegres y de tantos colores...
Pero si hay algo que alegre de verdad tras el oscuro invierno, es el color amarillo del Narciso, incomparable.
Mientras tanto, el huerto espera aún su tiempo. Aparte de unos ajos que planté hace días, hay que desherbar los bancales, repartir el compost nuevo y.. poco a poco, porque aún hay heladas nocturnas. Hay que retener la impaciencia...
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